En el año 1848 se autorizó a poner en circulación monedas norteamericanas de 5, 10 y 25 centavos con la equivalencia de medios reales, un real y una peseta fuerte, las cuales circulaban junto a billetes de 1, 2 y 20 pesos. De 1877 al 1888 surgen las “motas y níqueles”, monedas de 5, 2½ y ¼ centavos, consideradas como algunas de nuestras monedas más interesantes.
Hacia finales del siglo XIX surgen los famosos “clavaos” rechazados por la población debido a que su valor facial era menor a su valor intrínseco. Antes de la creación del Banco Central y durante la primera intervención norteamericana, la circulación monetaria estaba compuesta por billetes y monedas de oro norteamericanos y de otros países, de los restos de algunas monedas fiduciarias del siglo pasado, de fichas de ingenios y billetes de emisiones municipales, situación que se mantuvo hasta principio de la gestión gubernativa de Rafael L. Trujillo Molina.
El 21 de febrero de 1937 fue promulgada la Ley No. 1259, considerada como la creadora de la moneda nacional, y en la que se contemplan una serie de normas tendentes a regir la acuñación de monedas de todas las denominaciones, tomando en consideración que las mismas debían ser acuñadas en igualdad de condiciones a la moneda americana en lo referente a la fineza, peso, forma, dimensiones y escala de unidades. Este modelo estuvo vigente hasta el año 1975, año en que se introdujeron cambios en el formato y la presentación de estas.
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